DECALOGO DE LA MAGA

UN CUENTO PARA COCINAR
(Cualquier parecido con mis días, es pura casualidad...)

“ábrete sésamo”… y aquello se abrió…
El sésamo o ajonjolí, es para los árabes, la especia capaz de abrir cualquier cosa, hasta un corazón humano.



 Y así empecé a darme cuenta que mi vida era mágica,  porque yo descubría la magia a cada paso… y lo más importante, veía la misma magia en la vida de todos, pero claro, no  todos la habían descubierto aún… y algunos habían despertado mucho antes…

Los olores invadían cada centímetro de la casa y ella supo a sus cinco años que jamás olvidaría esa apacible sensación que la acunaba entre viejos temas de Frank Sinatra, soles suaves de invierno que invadían la cocina y conversaciones de adultos que tal vez un día entendería… y que seguro, ya no querría entender.
La cocina con suficiente ajo  y pimentón levantaba la temperatura del mediodía y hacía que los rojos de repasadores y  manteles  fueran más intensos. Y ahí, dorando cebollas y morrones, en un trozo de manteca, su abuela.
¿Qué más se podía pedir?

Tal vez sería por eso, que a los cuarenta años maravillosos de vida, ella sabía que no había mejor manera de crear magia de verdad, que cocinando con desprejuicio, personalidad y mucha audacia para enamorar a quién cayera desprevenido entre sus sartenes, cacerolas y copas de cristal.
Había un “modo” que le pertenecía, pero como buena maga, nadie lo percibía hasta que era demasiado tarde.  Después de haber tragado el segundo sorbo de aquel vigoroso licorcito de naranjas o probado sus panes especiados con alguno de sus quesos sazonados para acompañar semejante manjar.  Nunca se supo si  los incautos jugaban adrede el juego de la adivinanza o si se dejaban engañar porque era inmensamente dulce el engaño.
Ni que hablar de los días en que horneaba pan, hasta los vecinos apuraban su paso en la vereda para alcanzarla y comentar: “¿hiciste pan, hoy?”. 
Ella sonreía como asintiendo, pero sin mencionar palabra porque eso, también, era parte de la magia.
Uno de sus viejos amores se lo había confesado sin empacho: “me enamoró tu pan de queso azul al orégano”… y ella aceptaba el piropo, no por el ego satisfecho en la preparación de la buena comida, sino por saberse capaz de crear en sus dos metros de cocina cosas capaces de hacer morir de amor al mismísimo hombre de las nieves.

No había mejor regalo para esa dama mágica que un pimentón de Turquía, o un trozo de chocolate puro de Colombia; y quién bien la quería y la conocía sólo llegaba a su corazón con un regalo como ese.  Porque ese era el punto, no era fácil llegar a su corazón… como ella llegaba al de cualquier mortal.
Siempre comentaba; “los mejores regalos que recibí en mi vida fueron varios: una paleta de madera para cortar la masa de pan leudada, 5 kilos de harina con afrecho recién molida y todavía tibia de un molino de San Juan, un pequeño frasquito de pimentón de Turquía, un trozo de chocolate puro que le trajo Juan de Colombia, un  libro de recetas de cocina con flores, un pequeño queso casero de la campiña francesa que llegó con una botella de “verde Chatreuse”… y ahí decidió parar de enumerar porque reconoció haber recibido mucho y que Dios había sido más que generoso con ella.  Y otra vez pensó:
¿Que más se podía pedir?

Entonces lo supo: era hora de enseñar a la gente a pedir. 
Había que ser preciso con los deseos y las intenciones.  No era cuestión de reclamar un trozo de queso, había que hacerse responsable del pedido: “¿qué queso se deseaba exactamente?”.  Y esa gente que tan displicentemente dice “tráigame lo que tenga”.
¿Pero tienen una remota idea de la infinita cantidad de posibilidades?
No.  No la tienen. 
Por eso supo que su misión iba más allá de enamorar desde una sopa de zanahoria y jengibre o una pasta con hongos silvestres… había que empezar desde más atrás.

Para crear magia cada uno en su propio corazón, había que enseñar a los mortales a bucear en sí mismos hasta que supieran a ojos y oídos cerrados qué es lo que querían… eso sí, paladar y olfato, deberían pasar  algunas pruebas necesarias con exámenes rigurosos que seguramente harían sucumbir en más de un pecado fulminante a más de uno.
Así que se puso manos a la obra.
Comenzó por anotar en un cuaderno sus primeras experiencias “EXITOSAS”, guardando en unos papelitos doblados en varios pliegues los fracasos… porque los hubo… debía confesarlo.  Esos fracasos habían sido muy importantes, la llevaron a reconocer porqué no se había producido la magia, y así también en la primer hoja de aquel cuaderno, comenzó a anotar, EL DECÁLOGO.  Ustedes preguntarán “¿decálogo de qué?”.

DECÁLOGO DE LA BUENA MAGA.

Y entonces el primer renglón dijo:
1° - Jamás deberá intentar la cocinera preparar nada durante un desengaño o despedida.  En esos días nada mejor que una rodaja de pan casero recién horneado, untado  con manteca y sal,  y mucha agua para reponer lágrimas.

Pero yendo a los éxitos, que fueron los que primero anotó, recordó el estreno de cocina para su primera suegra… (la única que había tenido, ya que hubo segundo marido que vino desprovisto de madre…)… como les decía; la receta fue simple y contundente, algo FUNDAMENTAL para una primera vez, se trate de suegra, marido o futuro enganchado…
“Sorrentinos de ricota y jamón a la crema”.  Toda la mañana en aquella cocina fue para ella y sus sorrentinos, no le importó demorarse en detalles tales como el perfecto y exacto condimento del relleno de la pasta, ya que no hay detalle que quede más a la vista que el “relleno insípido” de una pasta “rellena”…
Y luego la crema, que no por ser “crema” debía ser un detalle menor, había que esmerarse mucho más que con una salsa con cuerpo, ya que lo sutil tiene un grado de exactitud mucho más difícil de alcanzar.
El detalle impactante: pan casero preparado  “a la hora señalada” para que al arribo de la invitada, cada dulce rincón de aquel hogar oliera profundamente a pan… después de todo ella se había apoderado del corazón de su hijo, así que había que darle consuelo y sosiego a esa madre… aunque fuera una suegra.
No compró flores fuertes como había hecho en otras ocasiones, ni fresias, ni jazmines que distrajeran el olfato.  Todo esfuerzo se concentraría en la cocina, porque allí se gestaría la magia y por ser la primera vez, no se podían correr riesgos.




Pan de María
1kg de harina 000
400cm3 de leche tibia
100gr de manteca
2 cucharas de miel
50gr de levadura
1/2 cuchara de sal fina
1 cucharita de esencia de vainilla
200gr de roquefort
200gr de mozzarella

Preparar el bollo en forma habitual, dividirlo en  bollos chicos (según el tamaño que se desee, treinta o cuarenta).  Dejar leudar, estirar con palote y rellenar con la mezcla de los dos quesos, cerrar bien, formando nuevamente los bollos y acomodar en una placa enharinada.  Llevar a horno caliente 200º.  Cuando estén cocidos, recién comenzando a tomar color, pintar con chuño (mezclar 1 cucharita de fécula de maíz con agua fría) y volver a poner en el horno hasta que queden bien dorados.


Así surgió el segundo punto del Decálogo…

2° - la primera vez de una visita no deberá ser JAMAS el primer intento de una receta.

“VÍSTEME DESPACIO, QUE ESTOY APURADO”… ¿lo dijo Napoleón?  Siempre me confundo…

Con el tiempo aprendió muchas cosas indudablemente, pero una, le llevó varios olvidos; hasta que por fin comprendió que los mejores inventos salen de los apuros, pero… “debemos anotar aunque sea en el reverso de una revista vieja, ¡qué fue a parar a la olla?!”,   porque casi con total certeza, será una de las mejores recetas de nuestra vida que luego no podremos recordar.

Un mediodía, mientras trabajaba en la hostería de su amada amiga Mirta, con el comedor lleno de gente y las hornallas al rojo vivo, llegó un comensal de  “dieciocho tenedores” y pidió expresamente una pechuga de pollo con algo diferente.  No quería nada de lo que figuraba en la carta… y eso que era más que delicada y particular…

Ella dijo: “déjenmelo a mi”.

Fue a  la parte de atrás de la cocina, donde se encontraba el especiero y miró esos frascos como si pudieran hablarle.  Después de unos segundos y de producirse un intercambio increíblemente extraño de información entre polvos, semillas, su intuición y sus ojos verdes, tomó sólo cuatro: pimienta verde, canela, jengibre y semillas de amapola.
Eligió  a las apuradas una sartén bien curada y derritió un trozo generoso de manteca, mientras acondicionaba una pechuga de pollo.  La selló dorándola y rescatándola antes de que el vestigio de la manteca se amarronara.  Allí mismo puso un colchón abundante de fetas de manzana y luego sobre ellas la pechuga nuevamente, bajó el fuego, hecho un chorro de salsa de soja y los condimentos … “con exceso de jengibre”…, tapó la sartén para que el vapor hiciera lo suyo y cuando el olfato le dijo que era el momento, destapó, roció con dos cucharadas de crema de leche y finalmente al llevar al plato, salpicó un puñado de semillas de amapola… que ayuda a los mentirosos y desmemoriados a decir la verdad… “como desafiando al comensal” a que se animara a decir sin tapujos que ¡aquello no le gustaba!
¡¡Aahhhh… casi me olvido!!
Mientras el vapor hacía lo suyo, preparó arroz blanco, con un breve sofrito de muy poca cebolla, almendras, pasas de uva y una raspa de cáscara de mandarina… y recién ahora el plato estuvo listo.
Al entregar el plato a la niña que lo llevaría a la mesa, pidió que también le llevaran dos de los panes recién horneados y  recordó aquel “detalle” de pertenencia con las especias; eso que la había mantenido confiada a que si sus frascos especiarios estaban con ella, todo funcionaría, cosa que la acompañó toda la vida.  Cuando supo de su viaje al palacio de aquella reina, hizo su valija con lo esencial: algo de ropa, calzado cómodo y 4 pequeños frascos, ya que imaginó que en un lugar tan recóndito de la tierra no existirían granos de cardamomo, jengibre en polvo, pimentón ahumado y su mezcla de coriandro y pimienta verde.
Será por eso, que aún no puede olvidar la sensación de “haber llegado a casa”, en el  preciso momento en que descubrió toda aquella pared con sus estantes desde el suelo al techo, con decenas de frascos con todo lo que ella conocía y lo que no.
¿Podría haber tenido mejor recibimiento?
Y volvió a pensar… ¿Qué más podía pedir?





Bolo do caco
(pan árabe, que llegó a tierras portuguesas – Isla Madeira)
1kg de batatas
1kg de harina 000
30gr de sal
35gr de levadura
750cm3 de agua

Cocinar las batatas con su cascara y pelar.  Hacer un puré, y mezclarlo a la masa tradicional.  Cortar bollos chicos de 200gr cada uno y cocinar en horno caliente 200º.

Pan de jengibre
150gr de miel
50 gr de azúcar negra
200cm3 de agua
100cm3 de aceite
1 cucharadita de jengibre molido
1 pizca de nuez moscada
1/2 cucharadita de canela
1 huevo
2 claras
1 cucharada leche en polvo
1 cucharadita de bicarbonato
350gr de harina integral súper fina

Calentar la miel, el azúcar y las especias. Retirar, agregar el agua, mezclar y reservar. Unir la harina con el bicarbonato y la leche. Hacer un hueco en el centro. Batir el huevo, las claras y el aceite, e incorporar la primera preparación, colocándolo en el centro y batiendo enérgicamente. Poner en un molde enmantecado y enharinado y cocinar 40 a 45 minutos en horno moderado.

Y por supuesto, llegamos al tercer punto del DECÁLOGO:

3° - No te metas con una cocinera en medio de su creación, sólo te arriesgarías a que te convierta en sapo, con orejas de murciélago y cola de ratón.


Tal vez crean a estas alturas que el amor para nuestra cocinera, era algo recurrente y cotidiano… ya lo averiguaremos, sólo les recuerdo que no era tan fácil llegar a su corazón; se los dije en la primera página, ¿lo recuerdan?
Por los días del pollo con manzanas nuestra maga estaba descubriendo que el silencio y el sosiego también hacen a la formación del mago.  Aprendió sobre el placer infinito de correr hasta la huerta para tomar el ramillete adecuado para esa carne de cerdo, o ir por la albahaca necesaria para el mejor pesto del mundo: “el de la abuela” (que aunque malagueña hasta la médula… hacía el mejor pesto italiano que había probado; en realidad, desde los ocho años, cuando lo probó por primera vez supo que no era necesario perder el tiempo en cataciones innecesarias: ERA EL ÚNICO).
Muchas veces la escapada a la huerta se demoraba ya que dejaba que su tercer ojo culinario reposara sobre plantas y flores, decidiendo si se animaba a alguna excentricidad como unas milenramas para la ensalada de frutas, unas lavandas para el pollo o los ricos ramilletes de flores de sauco que Susana traía de su jardín para hacer esa refrescante bebida de comienzos de verano… pero bueno, lo de Susana era “corrida de otro costal”… volviendo al tiempo que se detenía en la huerta, aprendió a vivirlo, porque hay que animarse a detener el tiempo y no morir en el intento. 
Primero, dicen los magos, que todo alrededor se va como amansando, como si lo vertiginoso que nos rodea cambiara de velocidad… a veces si estamos muy atentos vemos violentos cambios de color en el cielo o algún arco iris increíble se forma alrededor del sol… ¿entienden lo que les digo? 
AL-RE-DE-DOR… así que no hay ningún extremo con un enano sentado sobre una bolsa de oro, el “tesoro” está en el cielo y no duden que en sus corazones.
En otros casos, si la detenida del tiempo ocurre de noche, pueden verse dos estrellas fugaces con cola y todo… esta circunstancia en particular es de absoluto cuidado, sólo si estamos “muy bien acompañados” no nos iremos a otra dimensión porque si no… no sé, yo siempre he estado “bien acompañada”.
Pero el tema era el tiempo.
¿Se animan a detenerlo?
¿A detenerse?
No hagan trampa, no digo detener un reloj, extraño y ridículo elemento que crearon los humanos para medir lo inmedible…
Hablo de respirar profundo, cerrar los ojos y dejarse caer de espaldas sobre un matorral de amor sin medida.
ESO y SÓLO ESO puede hacernos vivir en esa otra medida de tiempo, la real, la que aún Dios no se ha animado a confesarnos; pero que les aviso, en estos días que pasan… ¡¡ESTÁ TENTADÍSIMO!!  Se le escapa de los labios…

¡Uuuuyyyyy perdón!  Dejamos a nuestra amiga en la huerta, hipnotizada por la ausencia de tiempo que la había dejado parada junto a las plantas de albahaca…única planta capaz de develar el secreto más cotizado: “saber si nos aman de verdad”.
¿Cómo?
No se los voy a decir ahora… pregunto a la maga si me autoriza y se los digo.
Mmmmmmmmmm… dice que por ahora no, tienen que seguir leyendo y “creyendo” un poco más.




Pan de Esteban

1kg de harina integral súper fina
300gr de harina de centeno
50gr de levadura
2 cucharas de miel
<1 cuchara de sal
50gr de semillas de amapola
50gr de semillas de girasol
50gr de semillas de sésamo
1 pocillo de aceite de girasol
600cm3 de agua tibia

Mezclar los ingredientes secos con las semillas, hacer un hueco en el centro y hacer allí el fermento, ir agregando de a poco la harina y el aceite, amasar bien y cortar en cuatro bollos, estirar y acomodar en moldes de budín ingles, llevando a horno 180º.

Torta de amapola de Pato

100gr de manteca
100gr de azúcar
100gr de semillas de amapola molidas
4 yemas
30gr de nueces molidas
4 claras
50gr de azúcar impalpable

Mezclar el azúcar con la manteca y agregar las yemas de a una.  Luego el polvo de amapola y las nueces.  Batir las claras a nieve y agregar suavemente a la masa.  Volcar en molde enharinado y enmantecado y llevar a horno 40 a 45 minutos en mediano.

Pan silvestre

400gr harina integral super fina
3 cucharadas de germen de trigo
3 cucharadas de aceite de oliva
1 cucharada de miel
1 cebolla grande licuada
100gr de hongos de pino secos
1/4 de taza de salsa de soja
3 rodajas de jengibre fresco
40gr de levadura
Salsa de soja para pincelar.

 Licuar la cebolla con el jengibre, el aceite y la salsa de soja.  Dejar los hongos en remojo, antes de que se ablanden del todo, picarlos bien chiquitos y agregar a la preparación anterior, sumando todo a la masa.  Hacer una hogaza grande, dejar levar y llevar a horno 180º, pincelando con salsa de soja en medio de la cocción.


Sin darnos cuenta, llegamos al cuarto punto del sabio Decálogo.

4° - sólo si estás dispuesto/a a comer de tu propia magia, aprenderás cosas nuevas y el conocimiento llegará a ti como una ráfaga del perfume más exquisito que te lleve justo al día que amaste de verdad por primera vez.

Y después de redactar el cuarto punto, nuestra maga se enfermó.

Se preguntarán porqué.  ¿Se acuerdan que les dije que no era fácil llegar a su corazón?  Pues bien, había algo muy importante que aún debía aprender ella misma: AMAR y SOLTAR.
Disfrutaba viendo como los amores caían en su magia, pero ella aún no había probado sus manjares… y una tarde, la luz del sol, lastimó sus ojos, tanto que tuvo que cerrarlos por varios días para no quedar ciega por el intento, y como si esto fuera poco, su corazón casi se detuvo.  Los médicos no comprendían lo que le pasaba, hasta que otra cocinera muy experimentada preguntó: ¿qué fue lo último que comió?... y alguien recordó que habían sido unas rodajas de su pan de kummel y centeno.

Pobre mujer, no paraba de persignarse, mientras desesperada buscaba entre sus propios viejos libros y cuadernos de cocina.  Todos la mirábamos sin comprender y ella no paraba de repetir:

-          ¡¡tenemos que salvarla, tenemos que salvarla!!

Con una mezcla de curiosa morbosidad me animé a preguntar de qué había que salvarla, pensando en alguna posible intoxicación por centeno, como había ocurrido hace siglos… pero por suerte y para “sorprendente sorpresa” de todos… aclaró:

-          hay que evitar que se vuelva invisible y desaparezca.

Las miradas de los presentes aquella tarde, con ceja derecha muy levantada y todo, presupusimos que la “intoxicada” era la vieja cocinera.  Pero antes de acusarla con dedo acusador como corresponde a una acusación fundada…el mismísimo médico aún presente, dijo:

-          es verdad, mi abuela siempre decía que centeno y kummel provocaban ¡¡INVISIBILIDAD!!

Y donde manda médico, la tropa obedece… excepto tengamos una maga-cocinera a mano, que en ese caso, superaría de lejos y por varios cuerpos la sapiencia del galeno.
La vieja cocinera volvió a tener el cetro de nuestra confianza inquebrantable y la consultamos sobre la sanación…

-          hay una sola posibilidad de salvación
-          ¡¡La que sea!! – respondimos a coro…
-          No es fácil que se produzca la combinación perfecta que debe ocurrir – aclaró la experta…

Nada podía ser tan difícil
Y avanzó… aún más.

      -     beso en la frente de amor pasajero… y que ella acepte mirar las estrellas con el
            amor que llega al día siguiente…

Pensándolo bien, tal vez fuera “imposible”, más que difícil.  Yo pregunté si no había un tecito de algo, ya que hay tes para todo y yuyos que realizan hechizos, pero parecía que mis consejos no sólo eran del medioevo, sino que además nunca habían servido de nada… ni a la mismísima Julieta Capuleto, la habían salvado de la muerte.

Así que donde manda cocinera, no manda médico, y dónde sana estrella, no corta ni pincha un yuyal… supe que mi labor por esos días era sólo de escucha y escribiente, y no dí más consejos.
Mirta, recordó rápidamente que ese día, antes del pan de kummel, nuestra maga había sido besada realmente por un amor pasajero y hasta había ¡¡llorado y todo!!... ahora sólo faltaba abrirle los ojos y esperar que al día siguiente llegara el verdadero amor… pero que además miraran juntos las estrellas...
¡¡Demasiado!!

Será cosa de Mandinga, pero como buena maga que era, todo el Universo le jugó a favor y al clarear del día siguiente nuestra heroína, con anteojos negros salió de sus aposentos, llegó con un pequeño perrito lazarillo hasta la cocina y pidió una rodaja de pan con manteca y sal, más dos vasos de agua, sabiendo claramente que ese día no podría cocinar y que había que reponer las lágrimas lloradas.
Mientras esto pasaba en la cocina, ninguno de nosotros imaginaba que por la puerta principal del castillo, estaba ingresando “el sapo salvador”… digo, el afortunado y nunca bien ponderado, hombre que la salvaría de la invisibilidad total.

El sapo… ¡¡ayyyy, perdón!!... estoy tan nerviosa… el bello hombre fue recibido como un príncipe en el despacho de la reina Mirta y su sacerdotisa personal, Wendelina.

Mientras tanto la dulce maga buscaba infortunadamente su pulso que había desaparecido de muñeca, yugular y estetoscopio para ir a parar vaya a saber a dónde…
Como estaba hecha una piltrafa (algo así como una flor marchita en medio de un lodazal), a punto de pasar a otra dimensión, pensó que lo mejor era comenzar a despedirse de todos y hasta quiso sacarse fotos para recordar cómo era su forma humana, así que cámara en mano salió de la cocina para visitar a la reina y su sacerdotisa en su despacho, sin saber que ellas estaban dando una cálida bienvenida al “hombre de las estrellas”.
Como si no fuera casualidad, cuando ella entró a la habitación “ni lo vio” (esto le pasa a la mayoría de los seres humanos, que se niegan a reconocer la verdad cuando la tienen delante de sus ojos… cualquier coincidencia con sus propias vidas, esto es un cuento).
Cabe la acotación a esta altura… que la sabia abuela de esta maga, no paraba de decirle:
“nena, un día, vas a dar vuelta la esquina y va  a estar el hombre de tu vida”;  frase suficientemente poderosa, como para buscar al amor de su vida sin parar de dar vueltas incesantes a millones de manzanas y sin suponer que tal vez pudiera estar, por ejemplo, ¡dentro de un despacho!

Continúo con el cuento… perdón con la resolución del decálogo, porque todo esto es sólo para hacerles comprender el valor y el peso del citado documento.

Dicen las malas lenguas (y yo no estaba, cuando lo dijeron…) que cuando la maga giró la cabeza a petición de la reina para observar al hombre recostado sobre la pared, un estallido de luz brillante se produjo alrededor de ellos.  Esta parte de la crónica pertenece a la sacerdotisa de la reina… como sea… de allí en más nadie quiso presionar nada, pero todos menos los protagonistas esperaban con incrédula impaciencia que llegara la noche… Y QUE NO ESTUVIERA NUBLADO!!

El día fue largo y extraño… ya que un par de veces, distintas personas estuvieron conversando con la maga y decían que de pronto, se desvanecía en el aire, y luego aparecía en otro lado.  Nuestro hombre en cuestión, inclusive, fue uno de los sorprendidos, ya que después del fulminante encuentro que pasó desapercibido por supuesto para ellos, acompañó a la “evaporada” a juntar frutas a la huerta y al jardín y dos o tres veces desapareció ante sus ojos…

Y la noche llegó… con ESTRELLAS y todo.

La maga no sabía lo que le esperaba, pero la vieja cocinera, fue echando a todos de la cocina hasta que sólo quedaron el hombre y la maga, a quienes sugirió, como “quién no quiere la cosa” y sin empujarlos a nada… que se fueran a mirar la luna y las estrellas.

-          lindo programa,- dijo la maga – pero aún sigo con anteojos negros, no tolero ni el brillo de las estrellas…

El hombre, que por supuesto, aún no sabía nada, ni sentía nada, como suele ocurrirle a casi todos los hombres que son los últimos en enterarse que un tren va a atropellarlos… no se dio por aludido y partió hacia la noche cerrada, mientras que nuestra cocinera daba la sentencia final:

-          nena, sacáte los anteojos, y andá a mirar las estrellas porque el tren que va a atropellar a ese hombre, vas a perderlo vos…

La maga como buena cocinera, y en total estado de “perejila”(palabra de lenguaje autóctono argentino que significa: distraída, adormecida… por no decir “tonta”) , entrecerró sus ojos, achinándolos, como preguntando: “¿qué decís?”…y dijo:

-          ¿qué decís?
-          Que te vayas a dormir, que ya es tarde.

Y como suele ocurrir en estos casos, cuando los mortales no paran de equivocarse y andan con anteojos negros, el sabio y perfecto Universo, hizo de las suyas.  Encendió algunas estrellas más en el cielo y a las ya existentes, les subió el voltaje.  Dicen que esa noche, la Central Hidroeléctrica de Embalse se recalentó.
Yo no sé si fueron las estrellas, el animarse a sacarse los anteojos, el tren que venía como los bomberos o la Central Hidroeléctrica a punto de explotar… la cosa es que sin saber cómo, llegamos al quinto punto del Decálogo:







Pan de kummel o alcaravea

500gr de harina de trigo integral
250gr de harina de centeno
20 gr de sal
50 gr de levadura
550 cm3 de agua tibia
2 cucharas soperas de semillas de alcaravea
3 cucharas soperas de aceite de girasol.
1 cuchara de miel

Preparar la masa, mezclando los ingredientes secos y en el centro colocar la levadura, la miel y la tercera parte del agua, mezclarlo para que espume y cuando comience a trabajar la levadura, agregar el resto de agua mientras se amasa. Dividir la masa en 3 bollos, dejar levar y llevar a horno caliente por 30 o 40 minutos, hasta que se doren por arriba.


5° - no podrán mezclarse jamás, centeno y kummel en maga a punto de recibirse, porque se producirá invisibilidad, que sólo podrá ser reconvertida con amor en puerta y cielo estrellado.

¿Qué?

¡¿Que quieren detalles…?!
Que vivarachos…, yo también los quiero, pero parece que todavía la maga se anda cambiando anteojos para ver mejor… lo que sí les digo es que le han sacado el frasco de kummel de los alrededores para evitar sobresaltos. Y en una hoja de papel amarillento que se encontró mucho tiempo después en un pequeño cajón de la cocina, creemos haber descubierto el sentir de “el hombre de las estrellas”, que aquella noche se animó a confesar:

Tengo todo el universo en mis manos.                           
Todas las estrellas tengo. Son hermosas, maravillosas,
pero solo hay una que veo.
Es la más pequeña, la más niña, la que mas ilumina
La más dulce, la más pura.
Es la estrellita niña,
la que juega con mis sueños.

Mientras la historia de la maga se define en posteriores capítulos, que intuyo, esperarán con cierta ansiedad,  les cuento de dónde había venido aquel kummel que ahora se encuentra desaparecido en acción.
Holanda es el mayor productor de kummel del mundo y también el que más cuida y vigila su consumo.  Esto lo sé, porque esta historia me la contó Wendelina, la que vio el destello, la que sabe el final del cuento, la de Amsterdam… ¡¡la sacerdotisa!!
Lean…



MAGIA”

En una pequeña isla de Holanda, llamada Ameland,
crecía una planta que nadie tocaba por temor a volverse invisibles.
De padres a hijos y de hijos a hijitos, había andando aquella historia que hablaba de la invisibilidad que se lograría, tomando sólo una taza de té de alcaravea.  Cada uno incluso, podía recordar por lo menos una historia real sobre algún pariente lejano, que había conocido a otro pariente más lejano que había  perdido su corporeidad al beber té de alcaravea.  Incluso algunos sabían de una prima o tía abuela que había sazonado el chucrut y al primer mordisco, se había vuelto invisible de la cintura hacia abajo.  Era lógico no se lograba el mismo efecto con toda una taza de infusión
que con un solo bocado que contuviera una o dos semillas.
Si bien todos le temían, en ningún hogar de cada pueblo de Ameland faltaba en el especiero un frasco con semillas de alcaravea.
Más que un condimento, era una especie de promesa viviente de su poder y del respeto que le debían a todos esos familiares invisibles que en algún lugar de la isla estarían, vaya a saber viviendo qué vida...
Pero fue en Nes, diminuto pueblo verde y llano, tan llano como la hierba del invierno; que se produjo el conjuro.
Una tarde Marietje, invitó a todo el pueblo y también a él,
a festejar su cumpleaños. 
Amigos, vecinos y parientes, ...(en realidad casi todos eran parientes, menos él), llegaron puntualmente a las cinco de la tarde.  Para  sorpresa de los invitados, Marietje no estaba en casa. Era curiosa esta situación, dado que era conocida por todos, la deferencia de la anfitriona.
La mesa servida con las tazas de porcelana, la tetera humeante, los janhagel  aún tibios y unas riquísimas tortas, invitaban a sentarse.
Pero, ¿dónde estaba la homenajeada?
Los invitados, conciliando un acuerdo inexistente, decidieron esperarla un tiempo prudencial, que limitaba con sus deseos de sucumbir ante los manjares servidos.
Después de esperar un rato y estando casi todos presentes, alguno sugirió comenzar a sentarse y servirse una taza de té, antes que se enfriara,...
el té  y los janhagel.

Uno a uno, comenzaron a desaparecer...
Y cuando no hubo nadie en la bella mesa, se escuchó la voz de Marietje , que comenzó a contar su historia de amor...
... esa había sido la única forma que encontró de hablar ante su enamorado,  era tanto su pudor, que no podía mirarlo a la cara para confesarlo.
Sólo una cosa  no había tenido en cuenta, que al volverse invisible, jamás podría besar y abrazar a su amado.
El, que ahora también lo era, le respondió que hacía mucho tiempo la esperaba.
Un sol extrañísimo, por aquellos días en Ameland, entró por la ventana, los iluminó con luces de arcoiris y les dio forma humana nuevamente.
Por eso todavía, en algunos pueblos de Holanda... y del mundo, comemos sólo una semilla de alcaravea, para animarnos a decir, “te amo”, siempre que el sol brille, tras una ventana en ese  atardecer.


A esta altura, mientras la maga dormita… o por lo menos eso creemos… mientras de vez en cuento y de cuento en vez, salen destellos dorados de su cuarto mágico, por supuesto, que por fin después de tantas noches cobijó dos corazones que tal vez debieron encontrarse en otra vida, pero lo hicieron en esta sólo para recordar a los humanos cómo es esto de ser magos de carne y hueso, en esta mundanidad que no sabemos disfrutar ni rechazar...
Tal vez sería buen momento para llegar a paso corto y silencioso al sexto punto del Decálogo, mientras continúa la siesta de la maga entre perfumes frescos de albahacas y destellos dorados de atardecer.  No tengo que aclararles que este es un buen momento para practicar la paciencia… ¿cómo?:

Coman un pancito mientras esperan…


Janahagel
(Galletitas holandesas de almendra)

200gr de harina 0000
100gr de azúcar
1 cucharita de canela
¼ cucharita de pimienta de cayena
una pizca de sal
80gr de manteca fría
agua fría
1 clara
almendras fileteadas sin piel

Tamizar todos los elementos secos, agregar la manteca y desgranar.  Agregar el agua y unir todo.  Estirar la masa en forma rectangular del tamaño de la placa a utilizar (3mm aproximadamente).  Enmantecar y enharinar la placa. 
Batir ligeramente la clara con un poco de agua y pintar la masa, cubrir con las almendras fileteadas, cortar sobre la placa en cuadrados de 6cm por 6cm.  Cocinar en horno caliente, veinte minutos.  Retirar del horno, dejar enfriar y terminar de cortar.

Stollen de Hilde

1kg de harina 000
100gr de levadura
1/2 lt de leche tibia
200gr de azúcar
450gr de manteca
Cáscara de un limón
1/2 cucharita de cardamomo
1/2 cucharita de nuez moscada
Una pizca de sal
650gr de pasas rubias y negras
250gr de cáscaras abrillantadas de naranja
150gr de almendras
1 cucharita de esencia de almendras.

Preparar la masa y dejar leudar.  Volver a amasar, estirar en forma de ovalo, poner en el centro y hacia uno de los lados todo el relleno y doblar la masa en dos.  Llevar a horno moderado a caliente y cocinar por cincuenta minutos hasta que se dore. Al sacar del horno y en caliente pintar con manteca y luego espolvorear con bastante azúcar impalpable.

Pan sueco

1lt de agua
4 tazas de harina de centeno
1 cuchara de semillas de kummel
1 cuchara de semillas de anís
Ralladura de 1/2 naranja
10gr levadura seca o 50gr de fresca
1 cuchara de sal gruesa
2 cucharas de miel
6 tazas de harina integral
1/2 taza de aceite de maíz

 Poner en un recipiente el agua apenas tibia, la mitad del centeno, las semillas, y la levadura.  Cuando esponje, agregar la sal, la miel, la naranja, el aceite y más harina.  Amasar muy bien y dejar levar, llevar a horno caliente de 200º.

Pan Noruego

20gr de levadura
½ taza de agua tibia
¾ taza de leche condensada
1/3 taza de manteca derretida
½ taza de azúcar
3 y ½ taza de harina 000 tamizada
1 huevo batido
1pizca de sal
¼ cucharita de nuez moscada
1 taza de pasas de uva
200gr de fruta abrillantada
½ taza de almendras fileteadas.

Preparar el fermento y cuando haya levado, agregarle la leche condensada, la manteca, el azúcar, el huevo y la nuez moscada.  Ir agregando de a poco la harina.  Amasar bien y dejar levar.  Cortar en bollos según el tamaño deseado y volver a amasar, estirando la masa, agregar una parte proporcional de la mezcla de pasas, fruta y almendras y volver a amasar.  Colocar las hogazas en placa enmantecada y llevar a horno mediano a caliente, según el tamaño del bollo.  

6° -  Sentarse fuera de la cocina, con un frasco de lentejas y contarlas en silencio, una por una.  Dicen que el número que da cuando llega la persona que estaban esperando, es el número de años felices que tendrán en su vida… Les aseguro que querrán que la espera sea larga.


Y la maga cocinera, finalmente despertó.  Salió de sus aposentos sin anteojos negros y con una sonrisa evidente de que volvería a cocinar sin impedimentos afectivos ni de ningún tipo.  DE NINGÚN TIPO.  Ni bajo, ni gordo, ni morocho, ni rubio, ni sapo…
Pero si ustedes creen que todo está resuelto y que hemos llegado al “colorín colorado”, no han aprendido nada de nada.
Esa tardecita, la maga preparó “pestiños”… vieja receta heredada de su abuela, que son unos bollitos dulces muuuuuuuy ricos que llevan anís, primo hermano del kummel… y todos temblamos nuevamente.  Pero parece que eran sólo primos y  ese parentesco no hacía compartir el ADN de la invisibilidad… ¿pero saben qué?... si compartían la magia.  Y más tarde cuando el príncipe hombre de las estrellas, despertó en los aposentos de la maga… otra sorpresa: “había perdido la memoria”.  Y no hubo pestiño, ni kummel, ni anís que se la devolviera… alguien lo sentó en la puerta de la cocina a contar lentejas y él no entendía nada, así que esa mismita noche se quiso volver a su casa.

La maga que no paraba de cocinar, no se preocupó para nada y  calculando que ya estaría en viaje, le mandó un mensaje de amor con un beso, por medio de mensajito de texto, al que él contestó:  “¿¿quién sos??  ¿Nos conocemos?”.

¡¡HORROR!!

La maga creyó por un instante que enfermaría de nuevo… pero no fue así… supuso que era una broma, y que su príncipe era un bromista bárbaro y al rato la sorprendería con un: “jaja, te agarré, era broma”… la cosa es que a la noche, la maga se nos fue a dormir otra vez, agotada de tanto brinco de la siesta; no  se olviden que hacía mucho que no brincaba.
Y aunque no lo puedan creer, se olvidó del príncipe desmemoriado y soñó…





Pestiños andaluces
(de mi abuela)

1 vaso de aceite
1 cuchara de anís en semillas
1/2 vaso de vino dulce
500gr de harina 000
Almíbar con una cuchara de miel.

Calentar un poco el aceite y agregar el anís, cuando esté apenas tibio agregar el vino y luego la harina de a poco, formar un bollo, amasando y cortar pequeños bollos que se estirarán y doblarán como un nudo.  Freir en aceite caliente y pasar por almíbar.

Pan de leche… siestero

Esponja:
40gr de levadura fresca
½ taza de agua tibia
1 cuchara de miel
1 cuchara de harina
Masa:
¾ taza de azúcar blanca
1 cucharita de agua de azahar
3 huevos
70gr de manteca
¼ taza leche tibia
500gr de harina 000 o de fuerza
ralladura de un limón
Crema pastelera:
1 huevo
1 yema
100gr de azúcar
1 ½ cuchara de harina
250cm3 de leche
1 cuchara de esencia de vainilla.

Preparar la esponja y cuando esté lista, agregar el azúcar, el agua de azahar, los huevos, la manteca bien blanda y la leche.  Finalmente la ralladura de limón y comenzar a sumar la harina batiendo con la mano.  Cuando esté todo integrado, volcar sobre la mesada y amasar muy bien, dando unos golpes a la masa al finalizar.  Dejar descansar tapada media hora.
Preparar la crema pastelera y dejar entibiar.
Cortar la masa en bollitos pequeños, no más de 50gr cada uno y colocar sobre una placa que irá a horno.  Cuando hayan levado, pintarlos con huevo y decorar en la parte superior con un anillo de crema pastelera.  Llevar a horno 190º a 200º por diez a quince minutos.

Tortitas de noches negras

Esponja:
30gr de levadura fresca
200cm3 de agua tibia
1 cuchara de miel
2 cucharas de harina
Masa:
1 cucharita de sal
2 cucharas de azúcar
1 cucharita de extracto de malta
70gr de manteca
500gr de harina 000 o de fuerza
Cubierta:
150gr de azúcar negra
80gr de azúcar blanca
1 ½ cuchara de harina
1 huevo para pintar

Preparar  la esponja, agregar los otros ingredientes y amasar muy bien.  Dejar descansar diez minutos, estirar la masa en forma de rectángulo y espolvorear con harina.  Doblar al medio y volver a estirar, dejando descansar diez minutos más.  Cortar discos del tamaño deseado, acomodar en una placa  para horno y cuando haya levado, pintar con huevo y cubrir con abundante azúcar (mezclar los dos tipos de azúcar con la harina) y llevar a horno caliente diez minutos.



Al despertar no supo quién o qué le había hablado, pero anotó sin papel, en un azulejo de la cocina, el séptimo punto:

7° - No todo lo que reluce es príncipe, no todo lo que vemos es real, ni lo que no vemos no existe.  Para la  falta de memoria monárquica o de simples mortales: te de rosas y jazmines con medialunas de jamón y queso.
(jajaja…) Perdón, ¿qué esperaban?

Volviendo al relato…
Le gustó tanto lo de “ver y no ver”, lo “real y lo soñado”, que buscó en sus sueños si había algo más que aprender, antes de seguir mandando mensajitos de texto y engrosando las acciones de las telefónicas internacionales y decidió empezar a comunicarse con quién quisiera escucharla, directo y sin antenas, desde su corazón.
Avisó a todos que necesitaba una cura de sueño y con un vasito de agua de rosas y unos pistachos bien salados, se fue nuevamente a su cama.  Dejó el celular del corazón abierto, por si alguien tenía algo que decirle y se entregó a los brazos de Morfeo, que ya se relamía de abrazar a semejante maga…pensando incluso, que deseaba algo más que abrazarla.  Pero nuestra maga sólo esperaba un sueño “comunicador”, así que le avisó a Morfeo, que al lado tenía otra cama y que él se acomodara allí, sin molestarla con lo del abrazo.

Al despertar vio a Morfeo durmiendo como una marsopa y recordó a su príncipe del día anterior… volando sobre su aroma,  cuánto le había gustado el latido de su corazón sobre su pecho al dormirse; sintió que nada mejor que un hombre de las estrellas a un Dios amarsopado.  Vio también en su mesa de luz, el celular, aparato ridículo y sin sentido, ya que había aprendido a comunicarse de otra manera y decidió dejarlo junto a Morfeo, pensó que eran “tal para cual”.  Ya iba de salida, cuando el aparato multinacional sonó… era el príncipe que le pedía perdón, había recuperado la memoria y agradecía el beso enviado la noche anterior… ella sonrió, pensó que las telefónicas no eran tan malas ni monopólicas y que después de todo Morfeo merecía seguir durmiendo, mientras ella se iba a la cocina a preparar aquel vino de anís para el amor, que hacía tanto tiempo no preparaba, ni tomaba…

Entró a la magia por la puerta del costado…como para que nadie la viera  fue directo al especiero… y tomó como en otros tiempos el frasco de anís y el de kummel.  Todos aún dormían y nadie supo lo que hacía, excepto  yo, que como buena buscadora de historias no pensaba perderme ni un detalle de esta.  Preferí no interrumpirla y sólo espié, arriesgándome a los resultados, e inclusive a ser una de las perjudicadas… ¿perjudicadas?... ni yo lo creía… ya que ya estaba deseando, tomar un sorbo de lo que sea que saliera de aquel caldero…
Desde mi escondite, vi claramente cuando colocaba una taza pequeña de anís y otra de kummel, después puso dos tazas grandes de azúcar y dos botellas de vino tinto… lo dejó hervir un rato revolviéndolo, hasta que finalmente lo sacó del fuego.  Creyendo que todo estaba listo, me acerqué a ella, que me miró sobresaltada, y me preguntó si yo era la “reina de corazones”… respiré profundo antes de juzgar y contestar, y entonces la maga, comenzó a reír a carcajadas: “vamos reíte”, me dijo… “si no, voy a tener que hacerte cosquillas o hacerte beber de este vino especial”.  Me reí sin ganas, como para complacerla y ella me aseguró que igual si quería probarlo, tenía que esperar a que enfriara y que la magia de la luna terminara de bajar hasta el líquido elemento, de lo contrario, si lo bebía así, corría serio peligro de penar por las consecuencias por noches y noches sin luna ni estrellas.
Mientras pensaba en “las consecuencias”, me acordé de mis reacciones de niña, que ante semejante advertencia, sólo hubieran adelantado el momento y beber inescrupulosamente sin importarme nada; pero me até las manos a la espalda, y esperé ese “no sé que” que debía agregar la luna al elixir del amor.

La maga, mirando mis manos en la espalda, me pidió una lapicera y anotó:





8° - para preparar elixires mágicos, hacerlo uno o dos días antes de la luna nueva, así al llegar ese momento, ella será la encargada de terminarlos en noche oscura, noche de secretos… entre el vino y la luna.

Por las dudas y recordando todo lo ocurrido… preferí esperar y ofrecer ayuda, pelando unas  cebollas, que era lo más especializado que podía ofrecer…

Esa semana pasó casi sin darse cuenta de los tiempos, ni de las ausencias.  El príncipe pululaba por el país en sus misiones itinerantes y ella cocinaba hechizando a más incautos de los que se imaginan… no se olviden que ella sabía hacerlo muy bien.  Claro que para estas alturas no tenía ninguna mala intención (para ser sinceras, nunca la había tenido), pero vi con mis propios ojitos caer “al más pintado”, mientras soñaba acompañándola a juntar lavandas o desflorándolas (a las lavandas); más de un intrépido caballero probó aquel elixir después de las cenas que se extendían hasta que Morfeo venía a buscarlos de a uno en uno… claro que Morfeo seguía intentando llevarse a todos a dormir temprano, para luego colarse en los aposentos de la maga… pero ella, nada. Sólo imaginaba el reencuentro con el príncipe, que a estas alturas, algunos miraban con recelo, como creyendo que la maga había perdido la cordura por él.  
Yo, como buena aprendiz, aún confiaba en ella, y sabía que su cordura estaba intacta.
Hubo rosas, chocolates, poemas, hasta cartas de amor de todo tipo de caballeros!!... pero ella prefería ayudar a embrujar a otros corazones.

Una tarde llegó de una comarca vecina, una niña atormentada por amores, venía a ver a la maga, sin intermediarios.

Se fueron a caminar por la sierra, mientras el sol casi se despedía de ambas.  Intenté seguirlas, porque moría por conocer sus palabras… pero supe lo inapropiado que sería animarme a tanto; así que las vi alejarse, pensando en la noche que ya llegaba y la falta de luna… no se olviden que era noche de luna nueva.
A las pocas horas alguien reparó que la comida no estaba lista, y nadie sabía donde estaba la maga, yo avisé lo poco que sabía, se había ido con una joven hacia el bosque.
Lo que comenzó con una pequeña alarma, terminó con todos los bomberos buscando a las dos mujeres por los bosques oscuros y fríos en aquella noche de septiembre.  Desde el panadero hasta los chicos de la escuela habían salido con linternas a la búsqueda.
Todos empezaban a tejer historias de esas que no se escuchaban hace años, sobre seres del bosque que roban mujeres hermosas y a medida que las horas pasaban, las tramas de esos relatos, se volvían más truculentas y reales… cada uno de ellos recordaba por lo menos un caso con nombre y apellido… y tratándose de la maga, sería más difícil que la dejaran volver.

Para mi, sin querer contradecir la idoneidad de los lugareños, ¡era todo lo contrario! si había alguien que podía escapar de esa situación, con su magia bien plantada, era nuestra heroína.  Entré a la  cocina y encontré sentada a la mesa, tomando unos mates, a la vieja cocinera, a quién habíamos dado el cetro de la confianza unos días atrás y supe que sólo ella sabría a que atenernos… así que sin más vuelta, pregunté:

-          dígame, ¿usted sabe realmente lo que está pasando?
-          Nena, vos ya aprendiste algo con esto de escribir… así que debés saber la respuesta…
-          Bueno, no exactamente – confesé.
-          Entonces, vení, sentate, tomá unos mates conmigo y esperá que pronto todo se va a solucionar…

Lo único que me daba verdadera tranquilidad era ver su estado sereno y despreocupado.
A las dos de la mañana ella seguía cebando mate y todos cada vez más preocupados y confundidos.  Por mi parte el nerviosismo me ganaba a cada segundo, pero cuando eso ocurría, la miraba a ella y la buena cocinera me guiñaba un ojo…
Las cosas que se escuchaban en esa cocina, eran terribles, quitarían el sueño al mismo viejo Morfeo que había dejado de hacer vigilia en la puerta de la maga y andaba rondando por el jardín, acercándose cada tanto a la puerta de la cocina para preguntar si había novedades.  Uno de los pretendientes de la maga, ya había dicho que era hora de llamar a los medios, para que avisaran por la radio del pueblo que estaban en alerta.
Realmente se veía a ese pobre hombre más que preocupado, no era para menos, hacía varios años que sabía de la magia de aquella mujer, pero nunca había mencionado sus sentimientos y ahora ese príncipe valiente que había venido a robársela… no por lo del bosque… sino, “emocionalmente robársela”…
La angustia estaba ganando la situación, y las lágrimas habían acabado con cuánto pañuelo de papel había; cuando imprevistamente,  se abrió la puerta de la cocina y  maga y muchacha entraron como si nada…
Hasta se asustaron al ver las caras compungidas de tanto vecino extrañamente reunido en la cocina de palacio a las dos de la mañana…

-          ¿qué pasó? – preguntó la maga – ¿murió alguien?
-          ¡¿Dónde estabas?! – dijo el hombre de los sentimientos ocultos…
-          Charlando, caminando… teníamos que conversar – dijo sin que una mueca se le dibujara en el rostro.

De a poco todos se fueron yendo a sus casas, yo miré a la cocinera, que me hizo un gesto como quién cursa su postgrado de especiería y sabe tanto de todo que no necesita siquiera reencarnar y que ya va camino al Paraíso de las cocineras, como diosa, por supuesto;  la maga, como si aún tuviera trabajo por hacer y como si fueran las tres de la tarde, acompañó a la joven mujer hasta la tranquera y vi como al pasar, que ponía en su mano unas hojas de albahaca real.  Al volver, me la cruce, la pregunté si todo estaba bien y sólo me sonrió, con un comentario dicho entre dientes…

-          mirá que Morfeo anda con ganas de quitarle el sueño a alguien, y vos ya estás casi lista para ser el premio de cualquier dios…

Me fui a dormir haciéndome la que no entendía, pero le devolví una sonrisa cómplice y le pregunté si tenía alguna hojita de albahaca perdida para mi, me dijo que no me lo aconsejaba, que era sólo para casos de extrema necesidad, que prefería charlar conmigo al día siguiente, sobre la historia que aún no había comenzado.
¿¿Cómo podía saber ella cuál era la historia que aún no había comenzado… si aún no había comenzado??

¡¡Era maga… por supuesto!!

A esta altura había empezado incipientemente a obsesionarme saber cómo se construía a ella misma…no era fácil mi tarea, porque en realidad ni yo misma sabía qué estaba buscando y aparentemente, ella tampoco.
Había sembrado su semilla en mí.  ¿Cómo era esto de querer contarme una historia que no había ocurrido todavía?
¿Qué quería decirme?
O acaso si lo decía… ¿ocurriría?...

La mañana amaneció brumosa y gris, todos envueltos en una nube profunda que no permitía distinguir un árbol de otro… una lavanda de una albahaca… ni una oveja de un zorro.  Tuve sensación de desasosiego  y desapego.  Sentí que cualquier cosa que ocurriera en aquel día sería real pero muy alejado de lo que yo había conocido hasta ese momento como realidad.  Mi primer temor fue sentir que nada podría controlarse, ya que mezclar los efectos de una lavanda y una albahaca tal vez sería una verdadera calamidad.
Una, provocando el sueño dulce y delicado desde sus flores liláceas y perfumadas, y la otra induciendo a la pasión desde sus hojas verdes profundas…
¡Que desastre!
Mientras estos pensamientos mañaneros me consumían, apareció ella con una sonrisa enorme y mansa, como sus conjuros y su “ir penetrando”.  Acababa de descubrir algo, nadie se daba cuenta realmente, cuánto había calado en ellos mismos, hasta que ya estaban atrapados por sus historias  y su sabiduría… pero por otro lado, no era exactamente “atraparlos”… era seducir tan acompasadamente que todos caían en un sueño reparador que alivianaba sinceramente sus propias vidas.  Era una siembra incesante de amor puro.





Pan de Guinnes

150gr de manteca blanda
150gr de azúcar negra
2 cucharadas de miel
1 taza grande de harina integral súper fina
1 taza de avena arrollada media o fina
2 cucharadas de polvo de hornear
1 limón su ralladura
1 cuchara de canela
2 huevos
1 taza de ciruelas o pasas picadas
50gr de nueces.

Batir el azúcar con la manteca  agregar la miel.  Añadir los huevos de a uno batiendo enérgicamente y luego la ralladura y por último la harina y la avena con el polvo de hornear. Agregar las ciruelas y las nueces.
Colocar en molde de budín ingles enmantecado y enharinado y cocinar en horno moderado comprobando su cocción después de los treinta minutos.



Al entrar a la cocina, donde yo me desayunaba con unos mates que a esa altura eran tibios y “lavados”, me saludó con una sonrisa y un abrazo… sin palabras… y me dio un pequeño papel doblado en ocho partes.
Al abrirlo leí:

9°- La vida está comenzando en este momento, respira profundo y bebe una taza de te de enebro y naranja. La sutil magia de cocina bajará por tu centro vital hasta que alma, mirada y cuerpo, sincronicen.


Y así como sin pensarlo comenzó el día…
La nube, cerca del mediodía, había desaparecido; como si todo lo que hubiera ocurrido en aquellas horas, necesitara quedarse en el anonimato de lo nebuloso.  Y creo que así fue.
Los días siguientes transcurrieron.  Hubo algunos que parecían revivirla y otros en los que se sumergía en una extraña melancolía, que mucho más tarde descubrí no lo era; eran los días en los que ella, la maga, necesitaba refugiarse porque todo lo que salía por sus poros, enviado directamente desde su alma de princesas y dragones, debía ser recopilado de alguna manera, e indudablemente ella prefería el aislamiento para no perder ni un solo detalle de aquello que le brotaba.

Una tarde, llegaron los chicos de la escuela primaria del pueblo a invitarnos a todos para las fiestas patronales.
Y por supuesto, fuimos.
Al ir llegando a pie, por la ruta, que rodeaba el cerro hasta la escuela, en cada recodo, ya se escuchaba la música alegre y pegadiza que inspiraba a bailar aunque no nos gustara ciento por ciento… era ALEGRÍA… ¡¡y contagiaba!!
En el último tramo, ella parecía acelerar el paso como deseando comenzar a moverse y disfrutar.
En la entrada,… lucesitas blancas colgadas entre los árboles y banderitas plásticas de colores, enmarcaban el “bailadero”.
Se percibían ganas y deseos acumulados desde el baile anterior… que había ocurrido hace algunos meses.
Nuestra presencia fue muy comentada. No sería fácil sociabilizar con el ambiente…, sin embargo ella se acercó a algunas personas que conocía del pueblo y enseguida la recibieron ofreciéndole un vaso de alguna bebida alcohólica, que aceptó  por cortesía y hasta reclamó un segundo trago…
Sentí de todas maneras, que nadie se animaba a sacarla a bailar, su presencia era deseada pero no fácilmente asimilada, no sabían qué hacer con ella; mientras que sus pies se movían solos y su cadera se contoneaba sin dejar de ser ella misma.  El resto del grupo que la habíamos acompañado, ni siquiera figurábamos en el reparto… completos seres anónimos a los que nadie veía.  La fiesta se daba entre la gente del lugar, más la otra fiesta que la maga estaba viviendo.  Eran dos festividades diferentes y complementarias que convivían perfectamente.
Finalmente, un hombre de nuestro grupo la sacó a bailar.
¡¡Dios mío!!
Nunca imaginé lo que esa mujer deseaba festejar, danzar, volar… era una especie de mariposa y papalote que dejaba de ser uno para ser el otro, mientras se mimetizaba con esa otra fiesta que ocurría al mismo tiempo y a la que habíamos sido invitados, regada de alcohol, sudores, risas fuertes y mujeres que nos observaban con recelo, mientras los hombres nos espiaban con inspiración.
Supongo que todo terminó al amanecer… nosotros nos fuimos yendo por la sierra entrada la madrugada, con un cielo azul negro como todo reparo, mientras ella había decidido descalzarse para probar cómo era la tierra después de volar…





Alguien recordó al día siguiente, que “el príncipe” no había dado señales de vida…
Para lo cual, también, los mismos “nadies” habían sembrado la duda, por no decir la “cizaña que crece mezclada con el trigo” al dudar de su sangre azul.
Yo, seguía esperando la historia de lo no ocurrido aún.
Mientras esa mañana, la maga mariposa, se disponía a hacer pan, pregunté si había alguna tarea para mi.

-          si, preparar los moldes para el horneado y si querés… alcanzarme más centeno del sótano…

Yo temblé.  ¿Otra vez pan de centeno y kummel?
Antes de que enunciara palabra sobre este pensamiento, ella aclaró…

-          no… sólo centeno.  No habrá kummel esta vez… no puedo desaparecer para saber qué busco.  Pronto llegará él y debo estar bien visible.

Creí entender que ella presentía que el príncipe volvería, por lo cual inconscientemente me alegré, por lo que no sabía si tenía que alegrarme realmente.
Busqué el centeno entre las harinas de abajo, se lo alcancé y comencé con la tarea requerida de preparar moldes.
Fue bastante tiempo después que comprendí sólo algunas cosas; que el tiempo es infinitamente diferente según el latido de cada corazón, que lo visible e invisible tiene que ver con ese tiempo, y que la maga ya sabía sin saber lo que estaba por ocurrir.

- “Las mujeres debemos respetar nuestros alquímicos procesos con toda la sabiduría que tenemos que recuperar, de siglos de pérdidas y discriminación; y dedicarnos al trabajo, de cuidarnos entre todas, de aliviar a las que padecen sufrimientos; a las que aún no despertaron; a las que aprendieron a pararse sobre sus dos pies; a las madres que lo han deseado por siempre y a las que no lo desearon nunca; a las que pueden decidir sobre sus cuerpos y sobre todo a las que no. Deseamos vivir en armonía, en la sabiduría de comprendernos y accionar desde nuestro ser femenino, utilizando nuestras herramientas, nuestras intuiciones, nuestra posibilidad de gestar.
Deseamos ser dueñas de nuestro mañana. Deseamos tener las mismas oportunidades que cualquier otro ser sobre esta tierra.
Deseamos enseñar y aprender.
Deseamos ser vistas como lo que somos. Sin ser juzgadas por muy femeninas o por poco; por decidir amar a otra mujer o por no amar a nadie; por realizarnos profesional, política o espiritualmente; por manejar una empresa o cuidar cotidianamente a nuestra familia; por ser estéticamente delicadas y bellas o por no serlo”

Creo que la interrumpí… si, la interrumpí… ¿esto era cuestión de mujeres solamente?

-          ¡Muy bien!  Eso demuestra que estás atenta…no, por supuesto que no, el sabernos diferentes… es sólo eso, pero desde allí viene la verdadera construcción; los hombres también tienen su tarea de reconocerse, estamos en un tiempo de comprender nuestras esencias, y al mismo tiempo comenzar a “volver a relacionarnos” desde el respeto y el amor por el otro… pero, no te preocupes, todo saldrá bien.

Me dijo, mientras iba acomodando los bollos en los moldes y seguía dándome señales, miradas, caricias,… mostrándome su alma. 
No sé en que momento habíamos colocado los panes en el horno y ella había preparado un mate, mientras el perfume delicioso y embriagador del pan comenzaba a emborracharnos, nosotras seguíamos la conversación afuera de la cocina, en la terracita, rodeada de árboles, con un airecito fresco que, como dijera mi abuela, nos “devolvía el alma al cuerpo”…  ya que la temperatura de la cocina había subido bastante.  Lo ideal hubiera sido continuar la charla, con ese mate y con un trozo de pan en la boca y en el alma… que acababa de volver al cuerpo;  pero ¡¡qué ingrata era!!  ¿Cómo podía hablar de “lo ideal”?  cuando estaba recibiendo un curso acelerado de magia pura, mansa, perfecta, inconmensurable.
Y por supuesto, ella continuaba…

En ese momento varias personas, como si hubiera sonado una campana, comenzaron a entrar en la cocina… “mmmm, que olorcito rico”, comentaban en la generalidad del piropo que se dice desde el amor y desde el deseo de compartir lo que acababa de gestarse. El primero fue Felipe,  había percibido que él tenía el mejor olfato de todos los que allí vivían, aunque estuviera a casi un kilómetro (que era lo que distaba realmente el camino de la entrada de la tranquera de la casa), él llegaba en el momento exacto de sacar los panes de los moldes y depositarlos sobre una rejilla de alambre  para que se templaran… a lo cual seguía el diálogo eterno de, “Felipe, está caliente, te va a hacer mal”, pero siempre era tarde, él ya había robado un trozo generoso y salía por la puerta de la cocina a continuar su trabajo. 
Esa tarde se había sumado al festejo del convite de pan con un rico café, aquel hombre panadero de profesión, que irónicamente dijo quedarse a comprobar si aquel pan era mejor que el suyo, cuando todos sabíamos que lo único que deseaba realmente era reflejarse en los ojos de la maga… y ella le devolvía el reflejo, sólo para que él sanara y comprendiera… eso también era “amor de verdad”, pensé yo.
Después de ese encuentro con risas, alegría, conversaciones eternas que nos acunaban en recuerdos viejos… y no tanto, Mirta, la reina de aquel palacio, entró a la cocina con un papel y un sobre en su mano.  Todos detuvimos nuestra charla y las risas se serenaron, porque su cara traía un  gesto extraño, que por supuesto, sólo la maga comprendió.

-          esta carta es para vos, te pido disculpas por haberla abierto, pero venía dirigida a la hostería… “casi” no la leí.

La maga tomó el papel y sin que un solo gesto se dibujara entre su mirada y sus ganas, salió de la cocina hacia el jardín, a leer…
La carta no estaba fechada, no tenía remitente, el papel decididamente no era de esta tierra, y las letras dibujadas parecían estar suspendidas sobre él.

Te he amado tanto que sólo quiero tu bien, quiero volver a ver tus ojos brillar por amor, como lo hiciste conmigo. Sanaste a tanta gente en nuestro tiempo. Lo hacíamos juntos,¿ recuerdas?  Aquel día que te hable de la princesa que iba por los pueblos y curaba con su mirada y su palabra; sólo estaba recordándote nuestro tiempo…  me han dado el beneficio de recuperar tu atención y es sólo para decirte que NO DUDES, QUE SIGAS ADELANTE… la prueba no será fácil y deberás dar el primer paso, pero SÉ QUE LO LOGRARÁS.  Desde mi corazón de roca, te lo digo: CONFIÁ, ESTOY CONTIGO, COMO SIEMPRE, POR LOS ETERNOS TIEMPOS DEL UNIVERSO QUE NOS CONVOCA.
Tienes una bella tarea allí…termina de despojarte… ¡¡“ENCUENTRENSE”!!  Vibren por fin todo lo  que tienen guardado para ustedes.  Sé que han colocado bastante en sus manos, indudablemente podrán hacerlo.  Dicen por aquí, que allí todo es caos… y el amor anda filtrándose, y ganando almas y amaneceres… te siento serena al mirarte, por lo que creo debe ser verdad.
Tus ojos aún tienen el brillo que conocí… estás bella y calma como te recuerdo… inocente en la entrega y atenta en el oído. Tu luz llega… se ve de aquí.  Continúa. Ese muchacho me agrada, y no es ironía, es un digno compañero y bien sabes que a su través debes amansarte.
Este tiempo que ustedes viven, no es el que nosotros compartimos, ahora las formas son otras.
No creo que conversemos mucho más.  Han sido generosos en permitir que me escucharas.  Ya no dudes… no te demores.  El espacio-tiempo está cambiando y antes de que termine de ocurrir deberán estar latiendo acompasadamente”.


Todos nos fuimos yendo de a uno de la cocina, mientras la veíamos a ella caminar entre las frambuesas, dar vueltas en círculo, hasta chocarse contra un abedul… tal vez fue eso… ahí se detuvo, levantó la vista… y desde donde yo estaba, la vi mover sus labios como si hablara con alguien que estaba por encima de su mirada.  Pensé acercarme para ver si no se había lastimado, pero no, ella nunca se lastimaba;  así que dio vuelta sobre sus talones y volvió a la casa.
Yo sentí que debía irme y dejarla sola… todos lo hicimos.
En ese momento sonó aquel aparatito de teléfono que la mantenía unida al mundo de los humanos y que en ella parecía casi absurdo… pero era real. 
Un mensaje: “¿cómo andás?  ¿Qué estás haciendo?”… era el príncipe…siempre reaparecía así.
Ella sonrió, casi como una niña, y yo dejé de mirarla porque esa imagen, la de su cara, era privada, no era para mi, era para las palabras que dedicaría a ese hombre.

Esa noche, en la cena, nos dijo algo definitivo… que luego comprendí,  era algo así como pensar en un tiempo de “parte aguas”.

-          mañana me voy, viajaré a Buenos Aires, necesito estar allá, necesito escribir para ustedes, para mi y para quienes esperan leer lo que vendrá, lo  que todos necesitamos saber para seguir caminando.

Creímos que estaba loca, pero sabíamos que nadie podía detenerla y que tal vez un día volvería.
Y a los ocho meses, me buscó, conté con la preferencia de recibir el fin de la historia, que por supuesto, era sólo el comienzo.
El regreso a su Buenos Aires había sido una corta aventura, el amor la había bendecido y hacía exactamente cinco días, el hombre de las estrellas había muerto. Dudé un imperceptible momento si esa información era literal o habría muerto en su vida… pero supe por un pequeño suspiro que se escapó de sus labios, que era literal.
No estaba triste ni apesadumbrada; le pregunté qué sentía… y dijo que era pronto para todo, para olvidarlo, para sufrirlo, para recordarlo, para odiarlo…

Me entregó un cuaderno de hojas blancas rayadas con anotaciones y dibujos, eran cuentos y mensajes; le pregunté qué hacer con eso.  Sonrió con su sonrisa de “tu ya lo sabes”… y sólo me sugirió que encontrara la forma de ofrecerlos al mundo para que cada ser que los leyera, encontrara entre sus días, un aliento para sus propios sueños, un confiar que todo es real desde que lo imaginamos, que no hay imposibles, que hay una estrella para cada uno y por lo menos un amor para cada quién…
Mientras ella seguía explicando, me descubrí buscando un pañuelo en mi bolso, porque no podía dejar de llorar.  Sin pensarlo, sin razonar absolutamente nada, le pedí que se quedara conmigo, que no se fuera… volvió a sonreír, y me dijo que aún había muchos corazones que sanar y despertar, y que el primero era el suyo.

Dicen que se fue por el mundo, no sé bien cuál… la han visto en muchos lugares.  Algunos, al mismo tiempo; paseando por los trigales santafesinos, caminando entre las cañas de azúcar tucumanas, juntando piedras en el desierto mexicano, bailando en rueda de amores nuevos por una callecita uruguaya regada por música de carnavales que llegan a Concordia…

Yo he descubierto otra manera de sentir el tiempo después de haberla conocido y sé que ha estado en todos esos lugares, no importa en qué tiempo y ha llevado mi alma a pasear entre sus nubes, cosa que ha hecho mi vida mucho más feliz y luminosa.

Los olores invadían cada centímetro de la casa y ella supo a sus cinco años que jamás olvidaría esa apacible sensación que la acunaba… ¿príncipes?  ¿Ranas?  ¿Dragones? ¿Cartas de amor?… hubo muchos, y entre ellos la maga aprendió, lo que en esta vida había venido a aprender.
El amor, es uno.
Sólo hay que  AMAR y SOLTAR.





m a r i a   f e r n a n d a   g u t i e r r e z



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