..."Creo
haber apoyado mi cosecha en el suelo, y sacando un rápido calculo de cuánto
tiempo de luz me quedaba, me acerqué con paso seguro a la piedra y a medida que
lo hacía, unos susurros me atraían cada vez con mayor intensidad. Cuando casi
podía tocarla, los susurros se convirtieron en palabras sueltas, pero no podía
identificar voces… nada era conocido.
Sin pensar, sin saber porqué lo hacía, pegué mi espalda a la roca
gigante y comencé a rodearla lentamente. Las palabras fueron teniendo sentido,
eran un diálogo franco y profundo, ese que todos algún día deseamos tener y
compartir. Di un solo paso más, siempre con la inmensidad de resguardo y por
fin pude verlos.
Un
inmenso dragón echado en lo húmedo y fresco del
suelo boscoso, con sus alas replegadas y sus patas delanteras juntas,
una sobre otra, como sosteniendo su cabeza sobre el dorado piso del bosque;
delante de él, una mujer joven le hablaba en tono encantador, como si pudiera
en un hechizo poseer al monstruo que habitaría su alma. El dragón balbuceaba algo sobre la
habitabilidad del fuego que purifica… y ella insistía en algo que a esa
distancia yo no lograba comprender; pero en un momento luminoso, a pesar de la
oscuridad que ya nos había ganado, ella, se acercó al ser verde brillante,
acarició con extrema dulzura su hocico humeante y lo besó en la frente, en su
escamosa frente musgosa en medio de sus ojos. Y entonces lo hizo… no sé si él
se dejó o realmente también fue sorprendido, pero sin reparo ni temores, ella
arrancó una escama de la parte más alta de su cabeza y retrocedió dos pasos. Él abrió los ojos y creí ver una lágrima
pequeña que corría por el hocico, pero la aceptación fue absoluta"...
MARÍA FERNANDA GUTIERREZ
SUCULENTA INSPIRACIÓN