Era imposible
verla a través del vidrio empañado, pero a pesar de ello, la sombra que se
adivinaba seguía siendo embriagadora. Cuando su cuerpo gastado de emociones,
por fin pudo descansar… recordó que los olores traían recuerdos y las miradas
acercamientos… y una copa de buen vino, la entrega de la palabra. Recién en ese preciso instante comprendió la
magia de lo que se ve sin ver, y pudo desgastar emociones nuevas en un cuerpo
nuevo; y permitió que ella cocinara para él, brindara con él y se desvistiera para
él.
María Fernanda Gutiérrez